Todos tenemos un propósito en nuestras vidas, todos tenemos uno o más sueños por cumplir; y reconocemos que el esfuerzo es la base de ello, pero, ¿qué nos impide lograr nuestras metas o qué nos dificulta el proceso?
Como personas, ciertas veces lidiamos con la enorme problemática creciente de cierta desmotivación, factor que normalmente nos lleva a ignorar la realización de una o más actividades porque se representan para nosotros de una manera pesada y laboriosa.
Lo anterior puede considerarse algo trivial y de poca importancia en muchas de las ocasiones en que nos afecta. Sin embargo, de la misma forma en que comienza puede llegar a evolucionar a un punto en el que ya no solo es algo que afecta ciertas situaciones, sino nuestra vida y nuestros propósitos. Incluso a veces puede considerarse algo más que una “desmotivación temporal” tratándose como uno de los principales síntomas de la depresión y es una causa para prestar mucha más atención a tu estado emocional.
Con el logro o conclusión de un objetivo nos sentimos libres, es reconfortante contar con dicha sensación de alivio al haber cumplido con una meta larga y laboriosa; hasta tal punto de portar con el ansiado deseo de continuar sin realizar actividades de este tipo, por el hecho de que nos causan estrés con solo pensarlo y la falta de motivación para enfrentarlo.
Sin embargo, ¿te has preguntado qué sucedería si siempre vemos nuestras responsabilidades de esa manera? La vida está llena de retos y tropiezos en nuestro día a día, obstáculos que debemos enfrentar para equivocarnos y aprender a superarlos.
Porque al final eso es lo que se trata la vida, de caerse y volverse a levantar comprendiendo del proceso. Y el objetivo de vivir, así como el de amar no es llegar al final del camino, sino disfrutar el camino.