Hermosas líneas marcaban su sensible rostro, cada una de ellas expresaba la sabiduría infinita de su ser, era una piel radiante marcada por el paso de los años, que se veía en contexto la dulzura de su tez.
Cual plateada luna cubría su cabeza, con cientos de luces que el viento acariciaba al atardecer, era una especial semblanza verla, que me estremecía toda la piel.
En su mirada quieta reflejaba el agobio de su soledad, y aunque rodeada estuviera del bullicio de la sociedad, sólo dentro de ella encontraba su seguridad.
Mujer tan frágil, mujer callada, mujer guardando todas sus penas, no sabe de alardes, no sabe de quejas, sólo un torrente de emociones por sus venas.
Si mira al cielo, contempla su meta, si mira al suelo, sus años recuerda, ya no ve hacia atrás, ya no vale la pena, pues sus años son el reencuentro de lo que ella lleva, lo que la ha transformado, lo que representa.
En ese rostro de silencio y soledad, en esa faz de su ser, en esa historia que escribió, en ese recuerdo de sus ancestros y su descendencia, está ella, sólo ella, posesionada en un tiempo, en un tiempo eterno, en un sin principio ni fin.
Cual mirada no se eleva, ¡siente digna mujer tan bella! Siéntete sabia, tú eres la reina, la que engalana la tarde de primavera, de ese 10 de mayo con miles de orquestas, de serenatas, comida y cenas.
Mujer igual que la madre tierra, pasiva, amorosa y serena, al mismo tiempo un huracán, una tormenta, una guerra. Todo un mundo de dualidad, todo un mundo de inocencia. Los años no dan tregua, sólo nos dan la experiencia.
Mujer trabajada, mujer cautiva, mujer que a sus hijos les dio mil caricias; llama viva, llama incesante, llama eterna, progenitora de vida. Manos frías, manos tibias, manos que curan cualquier herida.
No te agaches, no inclines cabeza, levanta tu vista, y míranos a cualquiera. Siéntete orgullosa, respetada y grandiosa; eres la misma vida, la misma mujer, la misma niña.
¡Cuánta humildad desprende tu esencia! Mujer digna, mujer de mil eras, pues tú eres la faz de la vida en esta la Madre Tierra.
Fotografía: Jazmín de Anda