Érase una vez un gran piano que día a día era tocado por un pianista. Este era muy profesional y sabía todo sobre música, especialmente de piano. Podía tocar incluso cada una de las melodías más complicadas y difíciles del mundo; su capacidad era tanta que cada día interpretaba una melodía diferente sin repetir ninguna.

Sin embargo, más allá del sonido y el movimiento en sus muñecas, siempre sonaba igual, sin importar las notas, el cambio de posiciones de sus dedos; el sonido siempre se mostraba vacío ante todo. El tiempo pasaba, y todo seguía igual. Algo sucedía con aquel piano, o tal vez con aquel pianista, y nadie tenía una idea de lo que ocurría. Él era el mejor pianista en la tierra, ¿cómo podría su manera de tocar causar un ruido tan triste y vacío?





Pasaron los años, y el pianista dejó de tocar en el piano. Con el transcurso de los meses, al no ser tocado por nadie, se llenó de polvo, y todos se olvidaron de aquellas armonías que habían oído y visto frente a sus propios ojos. Durante el día y la noche, solo se sentía aquella soledad notable en el lugar.





Entonces, fue en un gran día de otoño que algo sorprendente cambió. Este piano llegó a manos de un chico joven y no muy profesional. Al contrario, sabía poco y carecía de la mayor parte de los conocimientos básicos en la música. Es cierto que no tenía mucha experiencia, pero aún así se esforzaba por aprender. Tenía errores como cualquiera, mas nunca se rendía o dejaba de intentarlo.





Poco a poco, el gran piano comenzaba a brillar con cada una de esas armoniosas melodías que, a pesar de no ser tocadas a la perfección, transmitían tanta profundidad al corazón y a los sentimientos, que dejaban maravillados a la gente a su alrededor.





El chico seguía aprendiendo, y así fue como, con el esfuerzo y la actitud por realizar algo, ese piano comenzó a brillar más y más sin parar. Y no era el conocimiento en sí lo que hacía esto posible, sino la capacidad de interesarse por ello, contar con la actitud y motivación de algo que se desea y se anhela lograr.

Asimismo, es como cada uno decide qué hacer o qué ser... un piano mágico con la capacidad de brillar en lo que realiza o, en cambio, uno vacío, lleno únicamente de tristeza.