Érase una vez en un bosque muy hermoso, un gran conjunto de árboles en el que habitaba un grupo de pequeños y lindos pajaritos; cada uno de ellos crecía día a día, se alimentaba de nutrientes, se hidrataba lo suficiente y tomaba el sol diariamente. Cada una de estas crías se preparaba con ansias esperando volar y así llegar a emprender su viaje.
Entre tantos pajaritos se encontraba Ahyri, un pequeño emocionado por aprender a volar y dejar el nido escribiendo su propio destino. Se esforzaba arduamente en todas sus clases de vuelo y una que otra vez contaba los días esperando la primavera.
El tiempo no se detenía, y aunque pasaba lentamente no paraba ni un segundo; de esta manera los días transcurrían y así fue como llegó armoniosamente la primavera.
Todos los animalitos en el bosque celebraban su comienzo, pero los más emocionados eran todos los pichoncitos, quienes por fin después de tanto tiempo de espera y paciencia dejarían los arbolitos para volar por primera vez y crear su independencia… o bueno, al menos así era con la mayoría.
Ahyri se encontraba asustado y realmente preocupado; nunca creyó que tal momento llegaría. Él observaba como todos los demás estaban listos, seguros de sí mismos y confiados en su destino, camino y decisiones con gran potencial.
Notaba cómo los demás permanecían preparados, cómo ya tenían objetivos, una meta escrita y un talento y habilidad encontrada; pero él...
Él no sabía qué hacer ni a dónde ir, no tenía un destino trazado y mucho menos sabía en qué era bueno. Simplemente se sentía pésimamente perdido y… ¿cómo evitarlo? Parecía que todos sabían lo necesario, a excepción de él, a quien su cabecita no hacía más que llenarlo de dudas y más dudas.
Tan solo con los primeros días notaba cómo las aves de su edad dejaban su nido; él era el único pichón que no había volado aún.
Al sentirse solo y con el pasar de algunos días, descubrió lo que quería. Por un momento dejó de estresarse y preocuparse por los demás y comenzó a intentar entenderse y entender lo que realmente quería en su vida. Al final, después de unos pocos días, emprendió su viaje y al igual que otros pequeños pájaros, logró sus objetivos, llegando a su meta y realizándolo con la gran seguridad que anteriormente tanto anhelaba tener.
Así como Ahyri, nosotros también pasamos por procesos en los cuales nos sentimos perdidos y solos en nuestra vida. Sin embargo, si algún día te sientes perdido y ves que todos tienen un objetivo y razón para seguir, a excepción de ti, no dudes en esperar un poco y darte el tiempo necesario para descubrirte y encontrarte. Nunca olvides que… “no todos florecemos o aprendemos a volar al mismo tiempo”.