Los efectos de la Amabilidad
En un mundo con estrés y violencia, ¿hay cabida para la amabilidad?
Angelica Lenz Tiemann  -   2023-11-18
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Se ha comprobado que la amabilidad se puede cultivar y entrenar. Por muchas razones, vale la pena probarlo porque comportarnos amablemente tiene efectos beneficiosos físicos, mentales y emocionales en nosotros y, por si fuera poco, en nuestro entorno.




Investigaciones realizadas por neurocientíficos demuestran que las acciones amables hacen retroceder los sentimientos de depresión, hostilidad y aislamiento. ¿Verdad que eso nos viene bien?

La amabilidad contribuye de manera muy efectiva a nuestra sensación de bienestar y nos aporta energía.

Ser amable con quienes nos rodean, en todos nuestros encuentros con el prójimo, aumenta el sentimiento de valía, el optimismo y la satisfacción general con la vida. Ser amable es reconocer el valor de los demás, porque toda persona merece verse reafirmada. La respuesta es asombrosa: Pareciera que el mundo se vuelve entonces más tolerable y a su vez, más amable.





Tengamos una actitud de amor hacia los demás: brindemos una sonrisa, saludemos con afecto, pidamos las cosas respetuosamente, cedamos el paso, demos las gracias, hagamos un cumplido, compartamos algo, echemosle la mano a alguien, alentemos al afligido, hablemosle a un enfermo, demos un abrazo, apretemos con cariño la mano de otro...

Ser amables de forma auténtica cura nuestra alma y nuestro cuerpo.





Reflexionemos en lo siguiente:

¿Me percato y valoro las atenciones que recibo?
¿En qué situaciones me resulta más difícil ser amable?
¿La amabilidad de otros me ha motivado a ser más amable?
¿Noto los efectos que provoco en otras personas cuando soy amable con ellas?





Adicionalmente, nos podemos proponer sonreír, aunque sintamos que no hay razón para ello; luego encontraremos un motivo. A medida que subamos la comisura de nuestros labios hacia arriba, sin pensar en nuestro estado de ánimo, notaremos como iremos sintiéndonos de otra manera. Tratemos de estar sonrientes, cualesquiera que sean las circunstancias. La sonrisa y la risa determinan la emoción de la alegría y dan fuerza vital. En realidad, nuestro cerebro no distingue la diferencia entre una risa fingida o simulada, y una espontánea o verdadera; los beneficios son los mismos.

Cuesta lo mismo ir por la vida poniendo semblante risueño que con rostro compungido o fruncido y, sin embargo, cuán diversamente influiremos, según el caso, en quien nos vea, pues todos reciben el beneficio o sufren el efecto dañino que de nosotros emana.

¡Pruébenlo!, es como magia.

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Autora de los libros El reto ante la pérdida de visión y Un nuevo camino de vida
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