Sabemos que una obra arquitectónica inicia con una maravillosa idea, que se conceptualiza, se desarrolla en una metodología que se plasma a través de dibujos en los planos arquitectónicos. Y antes de llevarla a cabo físicamente, de “aterrizarla en tierra firme”; es necesario el estudio estructural del mismo proyecto, el que sostendrá nuestra obra de pie, el que impedirá que se caiga, el que cuidará que cada detalle, que cada muro, que cada castillo, trabe, losa, esté en perfecto equilibrio. El que habla de seguridad y complementa a la idea que habla de belleza.
Así la estructura comenzará con buenos cimientos en suelo idóneo, construyéndose poco a poco, hasta levantar la obra maestra llamada arquitectura. De estos cimientos dependerá su equilibrio y por lo tanto su éxito.
Los valores humanos en el hombre son como los cimentos de la arquitectura, los que nos mantiene firmes, los que nos forman como verdaderos seres complementados en lo humano y espiritual, los que nos constituyen en el respeto y nos hacen vernos los unos a los otros como verdaderos hermanos, en igualdad. ¿Qué nos ha pasado como humanidad en estos tiempos que atravesamos? ¿En qué momento los dejamos de lado?
¿Qué son los valores humanos de los que hablamos? En una búsqueda por una buena definición, me encontré que son aquellos aspectos positivos que nos permiten convivir con otras personas de un modo justo con el fin de alcanzar un beneficio global como sociedad. Esta definición comprende aquellos aspectos como el respeto, la tolerancia, la bondad, la solidaridad, honestidad, justicia, confianza, empatía, entre otros.
Desde tiempos remotos se ha buscado conocer cuál es el objetivo de la vida de cada individuo, los antiguos filósofos y pensadores, coincidían en que este objetivo es “la felicidad”, que cada ser humano está guiado para ser feliz, y por lo tanto dependerá de él mismo y del entorno que le rodea. Si tenemos un entorno favorable, tenemos un buen camino recorrido. En este entorno cada uno de nosotros estamos obligados a conocer y a desarrollar estos aspectos positivos que nos construyen favorablemente. No es necesario una catedra teórica de cada uno de estos conceptos, pues nacemos con estos valores, en el camino de nuestra vida es donde desafortunadamente si lo permitimos, se van perdiendo.
Basta con tratar al prójimo como nos gustaría que nos trataran a nosotros mismos, para ponerlos en práctica. Estos valores son aspectos propios del ser humano, son aspectos de conciencia, son de intuición. Son de recordar que estamos revestidos de ellos, no los desechemos, no permitamos que se nos caigan. Al perderlos, nos perdemos como humanos, y entonces como sociedad no podemos fungir libremente, y somos prisioneros de nuestros propios desacuerdos, de nuestras propias injusticias, de nuestras propias negligencias, y entramos en un caos que como sociedad se siente que estamos viviendo.
Un valor bien cimentado no puede desaparecer, tenemos un libre albedrio, elijamos seguir siendo fuente de bienestar para nosotros mismos y por lo tanto para los demás, elijamos conservar, desarrollar y madurar estos aspectos que son la fuente segura del camino a la felicidad particular y como sociedad.