En el cielo de la noche, nació una pequeña estrella, frágil y ligera, buscaba su brillo: el ansiado resplandor de la felicidad.
Viajó y viajó por nubes y planetas, buscando a través de ellos la luz más brillante, a la vista de la Tierra.
La luna, esfera de cristal, enorme en comparación, inquieta e impaciente, curiosa y rellena.
Al lugar llegó y encontró la luz, pero no una respuesta. Intentando obtener soluciones, solo creó aún más dudas, confundida se despidió del satélite cortante
Pues lo que el diminuto astro ansiaba descubrir, era algo al final incapaz de demostrar.
Eran miles de cuestiones que ambicionaba contestar, ubicando en su alma misma la raíz de su deslumbrar, la razón de su ser y también su identidad; algo que la luna no podría contestar.
¿Quién soy, de dónde vengo y a dónde voy? ¿Cómo conseguiré mi brillo si al final tan solo estoy?
Perdida en la oscuridad, la estrella permaneció unos momentos antes de indagar, buscando dentro de su alma un cálido sendero, para entenderse con dirección a su hogar.
Cada paso se convertía en un avance y un nuevo logro, fundado y creado por completo hasta llenar su interior.
Y aprendiendo sobre sí misma, creó su identidad; con ayuda y voluntad se superó, dejando las dudas detrás, ya no como algo negativo, sino como la raíz de un nuevo comprender.
Y con esto brilló y brilló, tanto como otras estrellas, teniendo en cuenta aún así que era única y especial, así como su resplandor.
Mostrándonos a todos, que incluso si algún día no podemos encontrar la raíz de nuestra identidad, tampoco es algo que debamos indagar en los demás.
Buscar nuestro camino es parte de vivir y con esto llegar a encontrar… "el ansiado camino de la felicidad".