Nunca sabremos todo lo que somos capaces de lograr si no lo intentamos

Los seres humanos buscamos la comodidad, preferimos lo conocido a lo desconocido. Buscamos estar en un círculo de confort que nos da garantías, en el que nos sentimos seguros y protegidos. Huimos de la posibilidad de un supuesto peligro externo e interno, de las amenazas que presentimos que existen. Es por ello que solo nos movemos en entornos conocidos, nos desenvolvemos en lo que estamos acostumbrados, entre lo familiar; ahí no nos pasará nada, no peligran nuestro físico, nuestras identificaciones ni la adhesión al yo, a nuestras ideas y creencias. Nos apegamos a los mismos hábitos que hemos adquirido con los que nos sentimos más tranquilos.

Entonces, cuando de repente nos enfrentamos a una situación insatisfactoria, a una vida empequeñecida, no hacemos nada por cambiarla, al contrario, buscamos excusas en nosotros mismos, juzgamos a los demás o nos quejamos de las circunstancias para quedarnos quietos y permanecer en ella incluso durante años. ¿Te has dado cuenta de que las situaciones más duras y difíciles tienen un grado de incomodidad y una ganancia secundaria? Cambiar significa un riesgo y tenemos miedo a que todo empeore y no confiamos en que nuestras circunstancias puedan cambiar y mejorar.

Es necesario salir de este círculo, sin miedo a las consecuencias. ¡Por supuesto que no me refiero a exponer nuestra integridad! Me refiero a dejar de aferrarnos a nuestro sufrimiento, a la posición de víctima, a una actitud negativa, a obsoletas formas de pensar y actuar. Tengamos en cuenta que nunca sabremos todo lo que somos capaces de hacer y de lograr si no lo intentamos.





Preguntémonos:
¿Qué tanto me aferro a mi zona de confort?
¿Qué disponibilidad tengo al cambio?
¿Qué es lo mejor que me podría ocurrir si exploro nuevos lugares e intento realizar cosas diferentes?

Todo crecimiento y evolución humana tiene lugar fuera de la zona de confort. Todos los avances y progresos que el ser humano, tanto en lo individual como en lo colectivo, ha logrado, han sido el resultado de haber cambiado la comodidad de lo conocido por el riesgo de lo desconocido. ¡No se pueden descubrir otros mares si no se tiene el coraje de perder de vista la costa.





Por ejemplo, al tener discapacidad visual, cuando decidí viajar sola en un avión por primera vez, mi familia puso el grito en el cielo: ¿cómo iba a hacerlo?, ¿cómo iba a saber dónde estaba mi aerolínea, el mostrador, la sala de espera o el sanitario?, ¿cómo iba a identificar mi equipaje?, pero, sobre todo, ¡¿cómo me iba a mover llegando a mi destino?! Ellos estaban asustados y preocupados, pensaban que yo no podría viajar sola y que era muy peligroso, pero si yo no me ponía límites, ¿por qué permitiría que los demás lo hicieran por mí? Era un reto y yo me sentía tranquila, confiada y muy emocionada, significaba una oportunidad para demostrarme a mí misma que podía llegar a donde yo quisiera de forma independiente, sola; aunque es un decir, porque sé que a donde vaya siempre hay gente buena que me ayuda. Muchas veces nos privamos de hacer algo o nos abrumamos por un problema que en realidad no es tan complicado; solo hace falta darnos cuenta de que sí tenemos los recursos para salir adelante y además, intentando cosas nuevas es cuando afloran nuestros dones y talentos.

¡Imagínate todo lo que puedes lograr si lo decides y planificas! Como Neale Donald Walsch aseveró: “La vida comienza al final de tu zona de comodidad”.