A lo largo de nuestra vida, nos hemos topado con una gran cantidad de maestros que, ya sea de manera positiva o negativa, han dejado su marca en nosotros.

Hace unos días, durante una visita a mi antigua preparatoria como parte del programa "Multiplicadores de la Paz", mientras esperaba en una banca, me invadió la nostalgia y recordé al maestro Antonio Rea Iglesias. Él fue un gran amigo y mentor durante mi tiempo en la preparatoria, a pesar de que nunca tomé alguna materia con él, ya que solo impartía clases a los alumnos de las especialidades de soporte a equipo de cómputo y química industrial.





Él solía sentarse en sus horas libres en una banca, y regularmente, cuando teníamos tiempo, pasábamos a saludarlo. En ocasiones, aprovechábamos para pedirle un consejo, preguntar sobre algún tema de química o simplemente platicar un rato con él. Siempre era atento y sabía escuchar, y respondía con soluciones ingeniosas para resolver problemas, ya fuera bromeando o de manera sarcástica, aunque esto solo ocurría cuando la situación lo permitía. Al final, siempre respondía de manera amable y con respeto.

En caso de una emergencia médica, el maestro Rea, al ser doctor, reaccionaba de manera seria y rápida. En una ocasión, un compañero sufrió una convulsión, y él fue rápido en darle los primeros auxilios. Por suerte, el incidente no pasó a mayores, pero me sorprendió la rapidez con la que actuó para ayudar al compañero. Incluso lo vi correr a pesar de su edad. En ese momento, me di cuenta de la gran vocación y el compromiso que tenía el maestro por ayudar a los demás.





En algunas otras ocasiones, cuando él tenía tiempo y nosotros también, pasábamos el tiempo escuchando sus historias de sus años de estudio de medicina. Hasta cierto punto, era como escuchar una historia de nuestro abuelo, ya que el maestro Rea ya tenía sus años.

Desafortunadamente, falleció durante la pandemia, y como ya habían pasado varios años desde que salí de la preparatoria, tenía mucho tiempo que no hablaba con él. Sin embargo, siempre recuerdo y llevo muy presente uno de los últimos consejos que me dio. No recuerdo si fue el último, pero sé que fue cuando estaba por terminar la preparatoria. Recuerdo que estábamos hablando sobre lo difícil que podía llegar a ser la vida después de la preparatoria y al comenzar la universidad. Él me dijo: "Aprovecha cada momento para ser feliz, nunca te des por vencido, porque al final todo el esfuerzo valdrá la pena. Todas las mañanas da gracias a Dios por estar vivo y da el 100% de ti para cumplir tus metas".

Esas palabras las llevo desde entonces conmigo, ya que me marcaron mucho. Cuando estoy desmotivado, siempre recuerdo sus palabras. El maestro Rea se convirtió en uno de mis ejemplos a seguir y uno de los principales motivos por los cuales me gustaría ser profesor. No era del tipo de maestro que solo se limita a dar su clase, sino que también se daba el tiempo para hablar con los alumnos de otros temas. Espero un día ser como él, aunque no me veo dando clases a la misma edad que él tenía, me gustaría llegar a ser como él e inspirar a las nuevas generaciones de alumnos.

Para concluir con mi historia, me gustaría invitarte a que aproveches a tus maestros mientras estás en la escuela. Platica con ellos, pídeles un consejo o su opinión. Estoy seguro de que algo de su sabiduría te será útil, ya que han vivido más experiencias que tú, y estoy seguro de que algo de lo que te digan tarde o temprano te será de utilidad en la vida.