En la reciente Marcha Feminista del 8 de marzo, miles de mujeres se unieron en las calles para alzar la voz, exigir igualdad de género y poner fin a la violencia machista. Este año, el evento tomó un significado especial para muchas participantes, incluidas algunas que compartieron sus opiniones personales.

Diana, mentora de Humanízate, expresó sentir una mezcla de nerviosismo y emoción al acompañar a compañeras que asistían por primera vez. Marchó con el peso de la responsabilidad de representar sus convicciones no solo como mujer y feminista, sino también como mentora. Destacó la importancia de la autenticidad y la congruencia, abogando por la unidad y la acción diaria en la lucha por la igualdad.





Jenny, también mentora de Humanízate, compartió su experiencia en su primera marcha del 8M a los 26 años. A pesar de sus temores iniciales, reconoció el valor de la causa y llamó a fortalecer la inteligencia emocional para lograr un cambio significativo.





Estefanía Yuritsi Villafuerte Sánchez, otra mentora de Humanizate, describió su participación como una experiencia emocionalmente intensa, donde las historias se convirtieron en nombres y apellidos, reforzando la necesidad de apoyo genuino y acciones concretas.





La licenciada Berenice del Pilar Rodríguez Venegas subrayó la importancia de las marchas como herramientas para la visibilización, concientización y presión política en la lucha por los derechos de las mujeres. Destacó el papel fundamental de la sororidad en el contexto del 8M, enfatizando el empoderamiento colectivo, la solidaridad y la construcción de alianzas.

En conclusión, la Marcha Feminista del 8M no solo es una manifestación de la lucha por la igualdad de género, sino también un reflejo del poder de la sororidad y la acción colectiva. Estas voces personales resaltan la importancia de la autenticidad, la unidad y el compromiso continuo en la búsqueda de un mundo más justo e igualitario para todas las mujeres.